10.8.20

8. Planes Secretos (Parte IV - Final)

El episodio anterior encontró al grupo de aventureros investigando las desapariciones de los animales que habitaban en el bosque de Prunus, descubriendo finalmente que eran los caldarrobles quienes los cazaban. Luego de rescatar a un inocente venado de una trampa enemiga, los aventureros logran derrotar a los dos caldarrobles que volvían a reclamar a su presa, tomando como prisionero a uno de ellos, llamado Donan, a quien llevarán consigo hasta Neithras, donde, saben ahora, les espera el resto de las tropas enemigas.

Con el explorador caldarroble como prisionero, el grupo de aventureros continúa su marcha hacia la guarida enemiga, que no hace tanto fuera el hogar de la temida Atlach. Preocupado por su destino, Donan pregunta por la identidad de sus captores, y recibe una contundente respuesta: ahora es prisionero de La Compañía del Sur, el nombre que los aventureros decidieron darle al grupo.
Marchando a Neithras, otro totem dedicado a Bhaal se yergue en el camino, y Donan acude rapidamente a postrarse ante él y dedicar una plegaria al dios pérfido. Al terminar, la curiosidad de Hondu acerca de temas espirituales y religiosos lo lleva a preguntarle a Donan en qué consistió su plegaria. Éste le responde que fue tanto una disculpa por haberle fallado, y un agradecimiento, por cruzarlo con la Compañía. La respuesta es poco clara pero satisface a Hondu, y reanudan la marcha.
Donan, sin embargo, continua su camino con cierta inquietud: observa a su alrededor con suficiente frecuencia como para preocupar al resto, hasta que sugiere abandonar el camino. En campo abierto son presa facil para exploradores caldarrobles; la montaña quizás ofrezca cierto resguardo. La sugerencia es debatida y finalmente el grupo decide tomar el camino montañoso, que, aunque más dificil de transitar, podría ser más seguro.
Con la experiencia y experticia de Skorgar como guía en el camino rocoso, la Compañía avanza hacia el sur, esta vez sobre las Vagfjall, la cordillera que los separa de Entelgia. Las horas transcurren a medida que los aventureros se acercan a la entrada de Neithras, en cuyo camino no faltan los obstáculos: la ladera de la montaña amenaza con un desprendimiento de rocas, pero Skorgar es hábil sobre la piedra, y guía al grupo por recovecos que los mantengan a salvo del peligro.
El resto del viaje no presenta mayores inconvenientes, más que la aparición de una escena algo familiar: el cuerpo de una cabra, cuya mitad superior se encuentra envuelta en telas de araña, en un capullo similar a los que hallaran en los túneles de los kobolds, es quizás un recordatorio de los peligros que plagan estas tierras.
Al caer la noche y sobre la llanura, decenas de pequeñas luces se encienden sobre las Tierras Salvajes. Cada una es una pequeña fogata de algún campamento caldarroble. El territorio está, efectivamente, vigilado.
Donan, entonces, le pide al grupo un favor particular. Como les habría mencionado algunas horas atrás, para los caldarrobles, y quizás para aquellas culturas que adoran a Bhaal, hay honor en morir a manos de un enemigo. Pero si su tribu descubriera que él ayudó a la Compañía a encontrar la entrada a Neithras, lo matarían como a un traidor. Ese es, entonces, el pedido de Donan: que la Compañia le de muerte.
Leo, aterrado, se acerca al caldarroble para intentar disuadirlo de semejante atrocidad, pero Donan ya ha tomado su decisión. Finalmente Skorgar se acerca al caldarroble, quien sostiene su cimitarra con fuerza. Al apoyar su hacha de mano en el cuello de Donan, éste agradece y cierra los ojos. Con un rápido movimiento, el enano corta la garganta de la que brota el rojo caudal que baña el suelo rocoso. Donan yace ahora ante la Compañía, agarrándose el cuello y dando ligeros espasmos mientras su vida es reclamada por el Dios de la Muerte Violenta, hasta ya no moverse más.
En completo silencio, los aventureros reanudan su marcha, sin su prisionero, pero no por ello con menos carga. El sendero los lleva al fin hacia la entrada del Pico de la Alimaña, fuertemente custodiada por guardias caldarrobles, y transitada por exploradores que entran y salen de la cueva. Dado que ingresar por la entrada principal sin ser vistos sería imposible, la Compañía decide buscar una alternativa: de Donan aprendieron que la cueva tiene múltiples entradas, por las cuales transitaban los vástagos de Atlach. Skorgar no tarda en hallar un acceso a la montaña, lo suficientemente grande como para permitirles el paso, y de esa manera ingresan a Neithras.
Dentro del túnel, el suelo esta cubierto de telarañas, lo que dificulta un poco el tránsito. Pero con tiempo y destreza, logran llegar a donde desemboca el tunel: dos maderas obstruyen el acceso a una recámara pero permiten entrever que hay luz del otro lado. Al oir, tambien, voces, los aventureros idean la manera de emerger en la recámara sin ser vistos, por lo que Leo, por primera vez, utiliza un truco que habia estado practicando. Gracias a su laúd, y a un poco de intuición arcana, logra imitar a la perfección el llanto de un bebé, para sorpresa de sus compañeros. Una de las voces del lado opuesto se acerca a investigar, y, preocupada, corre a buscar ayuda. En este momento la Compañia decide atravesar la tapia que bloquea el túnel, y Skorgar y Leo rompen las tablas de madera para ingresar a la recámara, justo a tiempo para ver como corren a su encuentro cuatro sorprendidos caldarrobles, listos para defender su guarida.