Encerrades todavía en la cueva, la Compañía se acerca a la salida bloqueada apenas minutos antes. Skorgar, conocedor de la roca como todo Enano, se da cuenta de que posiblemente pudieran, entre todes, despejar las piedras que obstaculizan la salida. Las opciones son tanto moverlas como romperlas. Una vez que Filaurel se asegura de que los caldarrobles ya no están del otro lado, Skorgar utiliza sus herramientas de herrero para golpear la piedra e intentar partirla, pero con no muy buenos resultados. Leo entonces propone mover las piedras con las barretas que tienen Filaurel y él en su mochila, así que Skorgar y Hondu las utilizan para mover con éxito una de las piedras que mas obstruyen el camino. De este modo atraviesan, tanto elles como los niños entelgianos, el pasaje que los dirige hacia afuera de la cámara central.
Ya del otro lado, la Compañía avanza sobre las huellas del ejército enemigo. El aire ahora es menos denso, para bien de sus pulmones. Adelante en el camino, el paso se bifurca hacia izquierda y derecha, pero Skorgar reconoce las huellas de los caldarrobles yendo hacia la izquierda, y propone continuar por la derecha, hacia el Este, de donde también siente una leve corriente de aire fresco. Hacia allí se dirige el grupo.
Tras una larga noche que pareció mucho más, la Compañía del Sur emerge de bajo la montaña, e ingresa, finalmente, de vuelta en el reino de Entelgia. El camino hacia Maeros es tranquilo, dado que la amenaza que abandonó Neithras se dirigió hacia el Norte, camino a Gallanur y, posteriormente, a Sedonia, la capital del reino. Durante el viaje, Leo le cuenta al grupo el lugar al cual se están dirigiendo: la posada de la Señora Ten, una anciana viuda que le dió acogida por un tiempo, y donde conoció a Hondu y comenzaron su viaje juntos.
Pero la travesía se torna más interesante cuando Skorgar escucha, dentro de su cabeza, una voz familiar: se trata de Hargrim, que, desde Gallanur, le pide ayuda al grupo de aventureros. Dado que Skorgar no entiende del todo lo que acaba de sucederle, tarda en contestar, y Hargrim intenta contactar con Leo. Así el grupo se entera de la llegada de los caldarrobles a Gallanur, y de la defensa de la ciudad por parte de las tropas de la Guardia Real al mando de la Generala Denissa Forclod. Hargrim les dice también que las tropas pueden aguantar un día más, como máximo, pero cuanto antes puedan llegar, mejor. Leo y Skorgar le responden que necesitan llegar a Maeros antes de asistir a las tropas del reino, pero que van a llegar lo antes posible.
Finalmente llegan a la posada, donde encuentran una pequeña figura entre las plantas del jardín de gardenias. Se trata de Demedna, una nena de unos 15 años, con un ojo casi serpentino, y la mitad de la cara y el cuello cubiertos de escamas entre verdosas y grises. Hondu se presenta amablemente, y Demedna les guía hacia el interior de la casa. Ahí los recibe Angela, quien, sorprendida por el regreso de Leo, les da la bienvenida de todos modos (no sin antes retar un poco al tiefling). Tras servirles un plato del guiso de legumbres que estaba preparando (tanto a la Compañía como a cada uno de los niños entelgianos), se retira a preparar el baño para Leo, quien se encarga de mostrarle a sus compañeres las instalaciones, incluida la ubicación de su ex-habitación, habitada ahora por Demedna. Edryl, entonces, le pregunta a Demedna (a quien el grupo entero considera ahora como la hermana menor de Leo, incluido Leo) si Leo ha dejado cosas en esa habitación. Leo, advirtiendo las intenciones de la druida, sale disparado hacia su cuarto, intentando ocultar cualquier posesión suya que haya quedado dando vueltas, y que Edryl pudiera usar para molestarlo o burlarse de él, como es su costumbre.
Ya acomodados, Skorgar le pregunta a Demedna si hay manera de conseguir piezas de metal para fabricar algo. Demedna le dice que en el centro de la ciudad, a donde ella tenía que ir de todas formas, probablemente se consiga, así que se ofrece a traerle en caso de encontrar, y el Enano se encamina hacia un horno de barro que usará como horno de fundición improvisado. Mientras el resto de la Compañía del Sur descansa, Skorgar inicia su labor cuando Demedna retorna con algunas piezas de un metal de gran calidad. Improvisando una forja con un horno de barro que se encuentra detrás de la posada, el enano tiene algunos problemas para trabajar su pieza, entre el cansancio y la calidad de las instalaciones.
Después de unas horas, el sol ya está ocultándose cuando Leo, que ya se levantó de su descanso, va a hablar con Angela Ten, a quien le dice que pronto van a partir, pero que van a necesitar caballos para llegar lo antes posible a Gallanur. Demedna, que escucha el pedido de Leo, le hace una contrapropuesta: ella tiene una forma de enviarlos hasta Gallanur, con la condición de que no hagan preguntas, y en ese momento le muestra a Leo una pequeña pieza de tiza, que a la luz del sol irisa, tenue, de una manera poco convencional. Leo acepta, y corre a informar a sus compañeros que consiguió una forma más rápida de llegar a la ciudad sitiada. El primero en recibir la noticia es Skorgar, que trabaja dificultosamente en su forja improvisada. Ahí se entera Leo que Skorgar le debe unas cuantas piezas de oro a Demedna, por los materiales que ella le consiguió. El tiefling entonces se compromete a pedirles a sus compañeros algunas piezas de oro, para reunir la cantidad que le falta al enano, no sin antes conseguirle más leña para reavivar el fuego y aumentar el calor del horno, facilitándole el trabajo a su compañero.
La noche cae sobre las afueras de Maeros mientras la Compañía del Sur se prepara para viajar a Gallanur, sin saber todavía de qué manera.