Una vez adentro encuentran la taberna de Ulbrec, hermano de nuestro querido Eobard, donde los aventureros tienen un pequeño encuentro lúdico con tres sujetos de apariencia sospechosa, uno de los cuales parece conocer a Leo y su oscuro pasado.
Luego de un breve paseo por la ciudad, los aventureros se encuentran teniendo que defenderla de un repentino ataque de caldarrobles tras el cual, pese a los esfuerzos de la guardia, dos niños son secuestrados. Ante esta situación, Eobard sugiere partir cuanto antes a Vloria, sumándose a una caravana de la Guardia Real que partiría esa misma noche de Anaeres.
Así, los aventureros pasan sus últimas horas en la ciudad en compañía de Eobard, hasta que éste regresa a Edelhon a cumplir con su deber, mientras ellos abordan el carro que los llevará, durante la noche y en un sueño intranquilo, hacia Vloria, primera línea de la resistencia contra las Tierras Salvajes y sus despiadados habitantes.
Luego de horas de viajar, los aventureros despiertan, aún dentro del carro de la caravana que los lleva hasta Vloria. La noche transcurrió tranquila, sin eventos importantes, y todavía faltan un par de horas para llegar a destino.
Mientras Leo intenta disipar su resaca, Hondu se toma unos minutos para meditar, y al terminar se dirige a dos de los soldados que estaban levantados, hablando entre ellos. Entablando una conversación con ellos, Hondu se entera de cómo es la situación con los Caldarrobles. El salvajismo en sus ataques, sobre todo de Oleg Bavrask, el líder de la tribu, y el rumor de que adoran a Bhaal, Dios de la Muerte Violenta: uno de los Dioses Pérfidos, desterrados a otros Planos de la Existencia por los Dioses Nobles tras la Teomaquia*.
Finalmente llega la caravana al cuartel de Vloria, que esta atestado de soldados de la Guardia Real, yendo de un lado a otro. Al descender de los carros de la caravana, ven pasar a lo que parece ser una Generala de la Guardia Real de Entelgia, furiosa, despotricando contra los cuatro Generales que la miran, estupefactos, desde el Casino de Oficiales. Pero inmediatamente después de eso, oyen un cuerno que llama a conteo de los soldados recién llegados. Los aventureros, por sugerencia de uno de los soldados que viajó con ellos, se presentan ante el capitán de turno, enseñándole la misiva que la alcaldesa Ingallad les dejo por medio de Eobard. El capitán los lleva al Casino de Oficiales, ante los Generales que vieron hace instantes. Uno de ellos, el Gral. Lund Rivos, los recibe -de muy mala manera-. Como le debe un favor a la alcaldesa de Edelhon, les permite completar su misión, pero con la condición de que al finalizar su tarea asistan al reino en la lucha contra los Caldarrobles. El grupo acepta y aprende que para pasar a las Tierras Salvajes necesitan atravesar el Túnel, cuyas puertas se abren al mediodía, con el recambio de tropas. Los aventureros, con esta información, se retiran.
Pero antes de retirarse, uno de los Generales intercepta a Hondu, para decirle que ya ha visto otro ku-gwa en los últimos años. Su gente lo arrestó hace un tiempo y, estando prisionero, desapareció de adentro de la celda sin dejar rastro, solo un pequeño brazalete de cuentas rojas, que obviamente no fue conservado. Esta noticia no fue bien recibida por Hondu, quien se da media vuelta y se dirige a toda prisa a la taberna, sin siquiera esperar a sus compañeros, que de todas maneras lo siguen.
Ya en la taberna Hondu se recluye en un rincón para una corta y muy necesaria meditación, pero algo llama la atención de uno de sus compañeros. Uno de los parroquianos está interpretando con su laúd una canción que Skorgar oye y reconoce al instante. Se trata de "Kaluth, el Vengado", antigua canción tradicional de Ered-Ard, las Montañas Altas, lugar de origen de nuestro enano:
Finalmente llega la caravana al cuartel de Vloria, que esta atestado de soldados de la Guardia Real, yendo de un lado a otro. Al descender de los carros de la caravana, ven pasar a lo que parece ser una Generala de la Guardia Real de Entelgia, furiosa, despotricando contra los cuatro Generales que la miran, estupefactos, desde el Casino de Oficiales. Pero inmediatamente después de eso, oyen un cuerno que llama a conteo de los soldados recién llegados. Los aventureros, por sugerencia de uno de los soldados que viajó con ellos, se presentan ante el capitán de turno, enseñándole la misiva que la alcaldesa Ingallad les dejo por medio de Eobard. El capitán los lleva al Casino de Oficiales, ante los Generales que vieron hace instantes. Uno de ellos, el Gral. Lund Rivos, los recibe -de muy mala manera-. Como le debe un favor a la alcaldesa de Edelhon, les permite completar su misión, pero con la condición de que al finalizar su tarea asistan al reino en la lucha contra los Caldarrobles. El grupo acepta y aprende que para pasar a las Tierras Salvajes necesitan atravesar el Túnel, cuyas puertas se abren al mediodía, con el recambio de tropas. Los aventureros, con esta información, se retiran.
Pero antes de retirarse, uno de los Generales intercepta a Hondu, para decirle que ya ha visto otro ku-gwa en los últimos años. Su gente lo arrestó hace un tiempo y, estando prisionero, desapareció de adentro de la celda sin dejar rastro, solo un pequeño brazalete de cuentas rojas, que obviamente no fue conservado. Esta noticia no fue bien recibida por Hondu, quien se da media vuelta y se dirige a toda prisa a la taberna, sin siquiera esperar a sus compañeros, que de todas maneras lo siguen.
Ya en la taberna Hondu se recluye en un rincón para una corta y muy necesaria meditación, pero algo llama la atención de uno de sus compañeros. Uno de los parroquianos está interpretando con su laúd una canción que Skorgar oye y reconoce al instante. Se trata de "Kaluth, el Vengado", antigua canción tradicional de Ered-Ard, las Montañas Altas, lugar de origen de nuestro enano:
Mientras sus compañeras medio-elfas se dirigen a la barra a pedir un trago, Skorgar, se acerca al intérprete de la canción. Se trata de Hargrim, un viejo amigo de Glim, uno de los hermanos de Skorgar, que lo reconoce en seguida. Hargrim tiene la cara desfigurada, y le falta una pierna. Ambos conversan sobre el pasado: el día que los Uruk-Burz, los Orcos Oscuros, atacaron la aldea de Skorgar, llegaron desde el norte, donde Hargrim estaba cazando. Lo atacaron y lo dieron por muerto, y pudo volver a la aldea mucho tiempo después. Cuando volvió, Skorgar ya había partido, y él ya no tenía familia, ya que habían perecido en el ataque. Skorgar le explica que él dejó la aldea en busca de respuestas y experiencia para tomar venganza contra los orcos que atacaron su hogar y mataron a su padre, Rukgran, líder de la aldea.
Pero Hargrim le cuenta también sobre los siniestros caldarrobles, y sobre el último trabajo que realizó su grupo, la Cuadrilla Escarlata, tras el cual él fue el único sobreviviente: en las tierras de los kobolds, buscando caminos subterráneos que le dieran una ventaja estratégica a las tropas del reino, se toparon con Atlach, la Artera, la araña de la que hablan las leyendas. Pero nadie le creyó, con la excusa de que Atlach habita lejos de ahí.
Finalmente, Hargrim le regala a Skorgar un pequeño amuleto que pertenecía a Bilmir, uno de sus hermanos, que había comulgado con Tyr. Rezándole al amuleto quizás Tyr podría escuchar, y asistir a Skorgar en la batalla como lo había hecho antaño con Bilmir. Skorgar agradece, estupefacto.
Leo, por su parte, se acerca a Hondu para ver como está, mientras Filaurel le compra un trago a Skorgar, viéndolo decaído. Hondu se encuentra mejor, aún en shock, pero mejor, y le agradece a Leo su preocupación. Al dirigirse a la barra, Hondu observa que Hargrim toca un acorde en su laúd y los ojos se le iluminan durante un segundo.
Skorgar les cuenta a sus compañeros sobre su pasado: el ataque de los Uruk-Burz, la muerte de su padre en manos de Thoruk, líder de los orcos, y el saqueo de la aldea. Sus compañeros entienden sus motivos y se muestran dispuestos a ayudarlo en su gesta. Leo le pregunta a Skorgar si le gustaría que le pida a Hargrim enseñarle la canción, con lo que Skorgar se muestra muy complacido, así que Leo se dirige a Hargrim, acompañado de Hondu, que quiere averiguar lo que vio hace unos momentos.
Hargrim le promete a Leo enseñarle a tocar la canción en el laúd, pero ante la falta de tiempo, tendrá que ser en otro momento. Hondu, antes de retirarse, le pregunta qué fue lo que vio en los ojos de Hargrim, a lo que el enano responde, sarcástico: "hay muchos tipos de magia, y justo ustedes dos son las únicas personas de su grupo que no están muy al tanto, me equivoco?... Manténganse cerca de sus amigos...". Después de otro acorde, acompañado de una segunda iluminación de sus ojos, las dulces palabras de Hargrim convencen a Hondu, ya que ahora son Amigos. Antes de que se vayan, Hargrim se acerca a Leo y dice: "Su amigo, Skorgar, va a necesitar ayuda para frenar la amenaza de la que quiere vengarse. No quise decírselo a él, pero presiento que el ataque a nuestra aldea fue solo un engranaje en algo más grande que todavía no logré determinar, pero creo que la clave para develar el misterio está justamente acá y ahora... Vayan". Y con esto, los aventureros se retiran de la taberna ya que se acerca la hora en que el Túnel se abre, mientras Leo y Hondu acuerdan contarle esto último a Skorgar a su debido tiempo.
Tras una corta caminata, llegan a las puertas del Túnel: 45km bajo la Cordillera que desembocan en las Tierras Salvajes. Al llegar, un guardia les recomienda pedir prestados los caballos que se encuentran en el establo de al lado, para reducir el tiempo de viaje a la mitad (Hondu, en un episodio de olvido del concepto del sarcasmo, cree que el viaje a pie dura 8 meses...). El caballerizo, Erad, un joven despreocupado, les ofrece cinco caballos, Jorge, Raul, Rodolfo, Petunia y Zaraza, con los que entran al Túnel y avanzan hacia el otro lado, mientras Skorgar le enseña a Leo la canción de su tierra, que Leo intenta aprender en su armónica.
Al llegar a la puerta opuesta, dejan los caballos en un pequeño establo improvisado que se encuentra dentro del túnel, donde trabaja el padre del joven del que recibieron los caballos. Las puertas se abren y los aventureros salen del Túnel, dando su primer paso en las Tierras Salvajes.
La llanura se extiende, verde, ante ellos. Aún en la ladera de la montaña, el viento sopla pero no trae ningún sonido, y si no hubieran oído tanto sobre los caldarrobles, podrían afirmar que de este lado de las Vagfjall no hay más que paz. La niebla que los rodea no los deja ver suficiente, pero Edryl logra, con sus ojos de medio-elfa, observar las costas del océano que se encuentra al norte, y al sur, hacia las tierras de los kobolds, la montaña presenta unos orificios pequeños, similares a entradas a una cueva oculta. Hacia allí van los aventureros.
Tras varios minutos de buscar, encuentran una entrada lo suficientemente grande como para que ellos puedan ingresar. Ya dentro de la cueva, y a pesar de la escasa iluminación, encuentran restos óseos y retazos de cuero y telas muy similares a los que hallaron en las alcantarillas de Edelhon. Y luego de caminar algunos metros, dos cadáveres de kobolds los reciben como un mal augurio de lo que vendrá: los kobolds han sido envenenados, y presentan marcas de enormes dientes.
A medida que avanzan dentro de la cueva, el ambiente se torna cada vez más pesado y el aire empieza a escasear. Pero además, y sin aviso, comienzan a aparecer telas de araña. Aparecen de a poco, pero cada vez más y mas grandes. Y más adelante aparece una horrible visión: capullos, como de tela de araña, que contienen humanoides, de diferentes tamaños, pero no puede verse mucho más. Al voltear, una figura, como una mancha, los aguarda expectante más allá de un pasillo a un lado de la cueva.
Leo intenta acercarse, sigiloso, y al hacerlo la figura extiende sus grandes patas y se dispone a atacar. Se trata de una enorme araña, del tamaño de Skorgar, quien al verla recuerda el relato de Hargrim sobre Atlach, y ataca con violencia. Mas no se trataba de Atlach, ya que otra araña idéntica aparece. Al cabo de algunos golpes, finalmente la ven. Atlach, la Artera, furtiva, observaba el combate desde su rincón, y al aparecer intenta atrapar a Edryl con su telaraña. Pero Edryl es más veloz que sus anteriores presas y logra esquivarla, y Skorgar, emulando, quizas, al guerrero de la canción de Hargrim, o queriendo vengar a los caídos de la Cuadrilla Escarlata, desata toda su furia contra la araña bestial, mientras Leo, Hondu y Edryl repelen y eliminan a las otras amenazas. Con Filaurel protegiéndolo desde la retaguardia, Skorgar recibe una mordida, pero el veneno no es rival contra su constitución de enano. Hondu, que ha estudiado detenidamente el pergamino que recibió en Edelhon, canaliza toda la fuerza de su espíritu en una ráfaga de golpes destinados a Atlach, haciéndola bajar la guardia. En un despliegue de fuerza y poder divino, el hacha de Skorgar, imbuida de la Ira de Tyr, aprovecha esta distracción y corta las ocho patas de la bestia, dándole muerte. Skorgar, entonces, recoge una de esas patas para llevarla ante Hargrim como trofeo y muestra de que la venganza ha sido ejecutada.
Luego de derrotar a la araña legendaria, los aventureros regresan a la entrada de la cueva, para salir de ella y encaminarse al túnel para volver al Fuerte Vloria, y descansar. Pero las puertas del túnel están cerradas y no parecen querer abrirse. Excepto para Hondu, quien no se da por vencido y persuade al guardia a cargo de las puertas para que los deje entrar. Las puertas se abren y los aventureros ingresan al túnel, donde tendrán que pasar la noche antes de volver a contar su aventura al Fuerte Vloria.
[Adaptación de lo registrado en la sesión del Sábado 16.5.2020]