27.4.20

3. Control de Plagas (parte III)

En nuestro último encuentro, la alcaldesa de Edelhon, ciudad que fue invadida por una pandilla de kobolds proveniente de las Vagfjall, le propuso al ecléctico grupo de viajeros que descubrió dicha plaga la tarea de eliminar el problema de raíz, ganándose así el agradecimiento y la admiración de sus habitantes y, por qué no, algunas piezas de oro. Para ello, deberían dirigirse a las Montañas Desafiantes, de donde provienen los kobolds, para averiguar por qué están llegando a la ciudad. Con la escolta de Eobard, que ya se ha ganado el -llamemosle- respeto de al menos un miembro de nuestro grupo, y la ayuda de dos carros tirados por Priscilla y Petunia, los caballos que gracias a Hondu ahora tienen nombre, los aventureros se dirigieron a Anaeres, lugar de paso obligado. Pero el camino no fue fácil: en el paso de montaña un desprendimiento de rocas dañó los carros, lo que obligó a los viajeros a avanzar más lentamente, y por consiguiente a dormir a la intemperie. Sin embargo, su descanso fue interrumpido cuando Leo y Filaurel, escuchando ruidos en los arbustos, atacaron a lo que resultó ser un pequeño escuadrón de esqueletos, teniendo que despertar a sus compañeros para no morir. Tras un breve combate en el que salieron vencedores (aunque no por mucho), los aventureros retomaron su descanso hasta las primeras luces del día…

Los viajeros despiertan al alba, tras haber caido agotados después del combate, habiendo tenido, Filaurel y Edryl, sueños particulares que podrían o no tener algún significado. Eobard ofrece unas raciones que trajo como desayuno improvisado, que se complementan con una mezcla de frutos secos y semillas que Hondu tenía preparada para el grupo. Tras un breve y modesto desayuno, el grupo parte nuevamente hacia Anaeres.
En el camino, Eobard intenta, muy torpemente, entablar conversación con algunos miembros del grupo, pero tras poco tiempo de viaje su charla se ve interrumpida por la aparicion de un carruaje siendo rodeado por lobos. Edryl y Skorgar, con hábiles maniobras, logran someter a los lobos, que solo estaban hambrientos. Al recibir comida de Hondu, se aplaca su hambre y dejan el carro en paz, alejándose hacia la llanura.
Del carro sale Valian Corellen, una ostentosa dama que les agradece haberla salvado, otorgandoles unas piezas de oro y algo de información: partió de Anaeres a modo de exilio, para proteger a sus hijas de los secuestros y desapariciones de niños que han habido en la ciudad. Con esto, el carruaje sigue su camino, y los aventureros el suyo, hacia la ciudad de Anaeres.
Llegando a destino, Eobard va contándoles a los viajeros datos sobre la ciudad y el reino: que Anaeres es capital de región, que el reino está dividido en 5 regiones, cada una con su gobernador, etc. Luego de ingresar por la puerta sudeste del muro exterior, el relato sigue; Eobard tiene alma de guia turístico.
Llegan finalmente a la taberna donde los dirigió Eobard, donde encontrarán a Ulbrec, el amable tabernero y hermano de Eobard, que los recibe con gran alegría y una ronda cortesía de la casa. Los viajeros intercambian apenas algunas palabras con Ulbrec hasta que de una mesa cercana a la barra, un mediano llama a Leo ("eh, tiefling..."). Un humano en la misma mesa, viendo a Skorgar volver del baño, le propone probar su suerte en un rápido juego de cartas. Hondu, que para este momento estaba en otra mesa estudiando su papiro, se mantiene atento a la situación, en caso de que las cosas se salgan de control. Pero lo que comenzó en tensión fue de a poco relajándose, y los aventureros estuvieron lo suficientemente cómodos como para dejar a sus adversarios sin fondos. Leo, de hecho, se sintio lo suficientemente cómodo como para proponerles una partida con sus dados cargados, que ganó fácilmente, aunque Lotho, el humano contra quien estaba jugando lo notó (y se lo dejó pasar). Luego de esto los locales, cansados de perder su dinero, se retiran del establecimiento. Antes de irse, el mediano se acerca a Leo y le dice que Tolia le envía saludos.
Skorgar, que ha oido este pequeño intercambio, le pregunta a Leo a qué se refería exactamente el mediano, por lo que Leo le cuenta al grupo que Tolia es la lider de una organización criminal con la que tiene asuntos pendientes por un cierto conflicto de su pasado; un pasado que, aparentemente, lo ha alcanzado.
Pasado este incómodo momento, Leo, Hondu y Filaurel deciden ir hacia el mercado de la ciudad, pero deteniéndose antes en el templo a Tymora, donde Leo agradece a la Diosa de la Buena Fortuna el haber ganado la partida en la taberna, y Hondu indaga acerca del paso de otro monje de su Orden, sin resultados positivos. Filaurel, por su parte, espera afuera: la religión no es lo suyo. Pero sucede que la visita al mercado no podrá ser, porque al salir del templo escuchan gritos y movimiento, y es que un no tan pequeño grupo de bandidos ha decidido atacar la ciudad, capturando a algunos niños e intentando llevárselos. Los aventureros, desde el templo y desde la taberna, llegan a tiempo para detenerlos y eliminarlos a todos, en un despliegue de habilidades nuevas, donde Edryl se transforma en un inmenso huargo blanco que Skorgar interpeta como una señal de Tyr, el Dios al que sirve. Pero aunque triunfan sin dificultad, luego reciben pésimas noticias: ataques similares sucedieron en simultáneo en otras partes de la ciudad, y algunos de los bandidos, que sabemos ahora que eran definitivamente parte de la tribu de los Caldarrobles, han huido, llevándose dos niños consigo.
Los aventureros se enteran gracias a un guardia que los niños son tomados para lavarles el cerebro y hacerlos parte de su ejercito, maniobra perversa para enfrentarlos con soldados de su propio reino.
Eobard, que asistió a los viajeros frente al ataque de los Caldarrobles, sugiere que lo mejor va a ser dirigirse lo antes posible hacia el Fuerte Vloria, el punto más cercano a las tierras de los kobolds que tienen que investigar, dado que no es seguro quedarse demasiado tiempo en Anaeres. El Guardia anaerense, al escuchar esto, les comenta que, si quisieran ir a Vloria esa misma noche, un contingente del ejercito de la Guardia Real parte en pocas horas hacia allá, viajando de noche para ganar tiempo (ya que pueden dormir en los carros). Los aventureros aceptan partir esa noche, y Eobard les dice que él debería volver a Edelhon, pero que confía en que llegarán bien, ya que han demostrado ser capaces de cuidarse solos. Leo, con lágrimas en los ojos, le pide a Eobard que se quede con ellos hasta que partan, quien, dado el cariño que les ha tomado, acepta.
Sus últimas horas juntos las pasan en la taberna de Ulbrec, el hermano de Eobard, bebiendo y hablando, quizás, de planes futuros. Al momento de partir, Ulbrec le comenta a Skorgar, asi como al pasar, algo que el enano estuvo esperando desde su llegada a Entelgia: en los ultimos meses, se han visto pasar varios enanos por la ciudad, todos mercenarios de camino al Fuerte Vloria, próximo destino de Skorgar y sus compañeros, donde es probable que encuentre algún compatriota, si es que aún están con vida.
Cerca de darse la hora señalada para partir en caravana con el ejercito del reino, los aventureros se dirigen hacia el cuartel de donde partirán hacia Vloria, a sabiendas de que, al menos por un tiempo, no volverán a ver a Eobard. Leo, llorando sin consuelo, se despide del Capitán de la Guardia, que le promete volver a verlos, y le obsequia una pequeña bolsa con 5 piezas de oro, como recompensa o, quizás, como agradecimiento.
Ya sin Eobard, los aventureros abordan los carros que atravesarán la noche hacia Vloria. Quizás duerman, quizás se queden despiertos toda la noche jugando partidas de Pasodoble o Tiro a Ciegas con el mazo que uno de los guardias tuvo la gentileza de prestarles.
Así, este grupo de ya-no-tan-extraños que hasta hace unos pocos días eran arrestados en la ciudad de Edelhon, hoy se embarcan junto con la Guardia Real en una caravana hacia la frontera con las Tierras Salvajes, territorio conflictivo y hostil, con el fin de salvar, al menos, a la misma ciudad de la que fueron prisioneros.

[Crónica de lo sucedido en la sesión del Sábado 25.4.2020]

12.4.20

2. Control de plagas (parte II)

La última vez que nos vimos, un grupo de extraños, recién llegados a la ciudad de Edelhon, se encontró de imprevisto con una pequeña misión que les fue ofrecida por la alcaldesa Daerna Ingallad a cambio, básicamente, de su libertad. Pero lo que empezó como un simple trabajo de control de plagas, resultó ser una pequeña invasión de kobolds, una raza de humanoides carroñeros poco usual para estos territorios.
Dados estos acontecimientos, los aventureros fueron cordialmente invitados por la propia alcaldesa a quedarse unos días en la ciudad y colaborar con el exterminio de la plaga, a cambio de la documentación necesaria para circular libremente por el reino, dado que, en el contexto de un enfrentamiento con la tribu de los Caldarrobles, el reino de Entelgia se encuentra con pocos recursos para hacer frente a estas amenazas, quizás menos importantes.
Los cinco aventureros, vinculados, al menos por ahora, únicamente por una tarea común, se alojaron en la posada del pueblo, atendida por una amable pareja, donde aguardan, quizás con preocupación, lo que el alba les tiene preparado...

Los aventureros despiertan al llegar la mañana con el suave toque en la puerta de Algur, el posadero. El desayuno servido los atrae hacia el piso de abajo, donde el capitán de la guardia les informa que la alcaldesa los espera a la tarde, por lo que tienen la mañana libre. Mientras sus compañeros comen, Skorgar, ávido de conocer a otro enano en estas tierras, intenta averiguar el pasado de Algur. Sin embargo, Algur le cuenta que no fue criado por enanos, sino que las vueltas de la vida lo llevaron hacia los Ku-Gwa y sus templos, los mismos templos de los que procede Hondu. Tras una breve conversación en ku-gwahya, Algur le regala a Hondu un papiro con enseñanzas del Templo del Alma del Sol que recibió de su maestro.
El día pasa mientras Leo y Edryl visitan la herboristería, donde compran un remedio casero para el malestar estomacal, Hondu visita el templo de Tymora, diosa de la Buena Fortuna, entre otras atracciones de la ciudad de Edelhon, hasta que algo sucede: los kobolds, que salieron a la superficie, están atacando a los guardias de la ciudad. Los aventureros llegan al lugar de la batalla, para encontrar mas de media docena de kobolds y a Eobard Tialmen, capitán de la Guardia, combatiendo como puede contra ellos, y defendiendo a Sul, el guardia rechoncho y desaliñado que vigilaba las celdas de la alcaldía el día anterior, que está tendido en el suelo, herido por los kobolds. Los aventureros rápidamente entran en acción, eliminando hábilmente a todos los enemigos que pueden: todos excepto los tres que logran escapar hacia la alcantarilla.
Tras esto, se dirigen a reportarse con la alcaldesa Ingallad, quien escucha el relato de Eobard y las grandes hazañas de los aventureros que hasta el día anterior habían sido prisioneros de la ciudad. La alcaldesa les propone terminar con esto de una vez por todas: ir a los territorios de los kobolds, más allá de las Vagfjall, las Montañas Desafiantes, y averiguar qué es lo que los trae a Edelhon. Eobard, estoicamente, se ofrece a acompañarles, a lo que Leo le pregunta si puede llamarlo daddy. El capitán de la guardia acepta, dubitativamente, y de esa manera Leo se referirá a él a partir de ese momento. Daerna, entonces, les otorga a los aventureros 10 piezas de oro: la paga semanal de un guardia de la ciudad (Hondu donará sus dos monedas al templo de Tymora, aunque no profesa el culto de la diosa de la Buena Fortuna).
En dos carros tirados por caballos, amablemente nombrados Priscilla y Petunia por Hondu, los aventureros partes hacia el oeste escoltados por Eobard, quien los guía a través del Paso de Anaeres, la forma más cómoda de atravesar la Urnfell -la Cordillera Menor-. Pero el camino más cómodo no es el menos traicionero, y la caravana de pronto se encuentra en una avalancha de piedras que Filaurel y Leo, conductores de cada carro, tienen que esquivar. Desafortunadamente, y a pesar de la ayuda que Edryl le proporciona a Leo en el manejo del caballo, las piedras dañan a los carros que, en estas condiciones, no pueden seguir cargando tanto peso, por lo que algunos de los miembros del grupo tendrán que continuar a pie, lo que los hará avanzar más lentamente. Es por esto que la noche los encuentra aún en el camino, y Eobard recomienda acampar en la ladera de la montaña, montando guardias por precaución (en una de las cuales Leo le demuestra a Filaurel sus dotes musicales, ejecutando una bella melodía en su armónica). Pero durante el segundo turno de guardia se desata el caos: siguiendo un sonido proveniente de unos arbustos cercanos, Leo y Filaurel deciden acercarse a investigar, y son sorprendides por cuatro guerreros esqueléticos que les atacan sin piedad, dejándoles apenas con vida, lo suficiente como para volver al campamento a pedir ayuda. Es en ese momento que los aventureros interrumpen su descanso para combatir con este escuadrón de no-muertos: tras una dura pelea, los aventureros logran detenerlos y ponen fin a sus míseras existencias.
La noche aún no termina, pero la amenaza parece haber desaparecido, por lo que los aventureros, maltrechos, retoman el merecido descanso hasta la salida del sol, momento en el que emprenderán, nuevamente, su viaje a Anaeres.


[Adaptación de lo registrado en la sesión del Sábado 11.4.2020]