Los viajeros despiertan al alba, tras haber caido agotados después del combate, habiendo tenido, Filaurel y Edryl, sueños particulares que podrían o no tener algún significado. Eobard ofrece unas raciones que trajo como desayuno improvisado, que se complementan con una mezcla de frutos secos y semillas que Hondu tenía preparada para el grupo. Tras un breve y modesto desayuno, el grupo parte nuevamente hacia Anaeres.
En el camino, Eobard intenta, muy torpemente, entablar conversación con algunos miembros del grupo, pero tras poco tiempo de viaje su charla se ve interrumpida por la aparicion de un carruaje siendo rodeado por lobos. Edryl y Skorgar, con hábiles maniobras, logran someter a los lobos, que solo estaban hambrientos. Al recibir comida de Hondu, se aplaca su hambre y dejan el carro en paz, alejándose hacia la llanura.
Del carro sale Valian Corellen, una ostentosa dama que les agradece haberla salvado, otorgandoles unas piezas de oro y algo de información: partió de Anaeres a modo de exilio, para proteger a sus hijas de los secuestros y desapariciones de niños que han habido en la ciudad. Con esto, el carruaje sigue su camino, y los aventureros el suyo, hacia la ciudad de Anaeres.
Llegando a destino, Eobard va contándoles a los viajeros datos sobre la ciudad y el reino: que Anaeres es capital de región, que el reino está dividido en 5 regiones, cada una con su gobernador, etc. Luego de ingresar por la puerta sudeste del muro exterior, el relato sigue; Eobard tiene alma de guia turístico.
Llegan finalmente a la taberna donde los dirigió Eobard, donde encontrarán a Ulbrec, el amable tabernero y hermano de Eobard, que los recibe con gran alegría y una ronda cortesía de la casa. Los viajeros intercambian apenas algunas palabras con Ulbrec hasta que de una mesa cercana a la barra, un mediano llama a Leo ("eh, tiefling..."). Un humano en la misma mesa, viendo a Skorgar volver del baño, le propone probar su suerte en un rápido juego de cartas. Hondu, que para este momento estaba en otra mesa estudiando su papiro, se mantiene atento a la situación, en caso de que las cosas se salgan de control. Pero lo que comenzó en tensión fue de a poco relajándose, y los aventureros estuvieron lo suficientemente cómodos como para dejar a sus adversarios sin fondos. Leo, de hecho, se sintio lo suficientemente cómodo como para proponerles una partida con sus dados cargados, que ganó fácilmente, aunque Lotho, el humano contra quien estaba jugando lo notó (y se lo dejó pasar). Luego de esto los locales, cansados de perder su dinero, se retiran del establecimiento. Antes de irse, el mediano se acerca a Leo y le dice que Tolia le envía saludos.
Skorgar, que ha oido este pequeño intercambio, le pregunta a Leo a qué se refería exactamente el mediano, por lo que Leo le cuenta al grupo que Tolia es la lider de una organización criminal con la que tiene asuntos pendientes por un cierto conflicto de su pasado; un pasado que, aparentemente, lo ha alcanzado.
Pasado este incómodo momento, Leo, Hondu y Filaurel deciden ir hacia el mercado de la ciudad, pero deteniéndose antes en el templo a Tymora, donde Leo agradece a la Diosa de la Buena Fortuna el haber ganado la partida en la taberna, y Hondu indaga acerca del paso de otro monje de su Orden, sin resultados positivos. Filaurel, por su parte, espera afuera: la religión no es lo suyo. Pero sucede que la visita al mercado no podrá ser, porque al salir del templo escuchan gritos y movimiento, y es que un no tan pequeño grupo de bandidos ha decidido atacar la ciudad, capturando a algunos niños e intentando llevárselos. Los aventureros, desde el templo y desde la taberna, llegan a tiempo para detenerlos y eliminarlos a todos, en un despliegue de habilidades nuevas, donde Edryl se transforma en un inmenso huargo blanco que Skorgar interpeta como una señal de Tyr, el Dios al que sirve. Pero aunque triunfan sin dificultad, luego reciben pésimas noticias: ataques similares sucedieron en simultáneo en otras partes de la ciudad, y algunos de los bandidos, que sabemos ahora que eran definitivamente parte de la tribu de los Caldarrobles, han huido, llevándose dos niños consigo.
Los aventureros se enteran gracias a un guardia que los niños son tomados para lavarles el cerebro y hacerlos parte de su ejercito, maniobra perversa para enfrentarlos con soldados de su propio reino.
Eobard, que asistió a los viajeros frente al ataque de los Caldarrobles, sugiere que lo mejor va a ser dirigirse lo antes posible hacia el Fuerte Vloria, el punto más cercano a las tierras de los kobolds que tienen que investigar, dado que no es seguro quedarse demasiado tiempo en Anaeres. El Guardia anaerense, al escuchar esto, les comenta que, si quisieran ir a Vloria esa misma noche, un contingente del ejercito de la Guardia Real parte en pocas horas hacia allá, viajando de noche para ganar tiempo (ya que pueden dormir en los carros). Los aventureros aceptan partir esa noche, y Eobard les dice que él debería volver a Edelhon, pero que confía en que llegarán bien, ya que han demostrado ser capaces de cuidarse solos. Leo, con lágrimas en los ojos, le pide a Eobard que se quede con ellos hasta que partan, quien, dado el cariño que les ha tomado, acepta.
Sus últimas horas juntos las pasan en la taberna de Ulbrec, el hermano de Eobard, bebiendo y hablando, quizás, de planes futuros. Al momento de partir, Ulbrec le comenta a Skorgar, asi como al pasar, algo que el enano estuvo esperando desde su llegada a Entelgia: en los ultimos meses, se han visto pasar varios enanos por la ciudad, todos mercenarios de camino al Fuerte Vloria, próximo destino de Skorgar y sus compañeros, donde es probable que encuentre algún compatriota, si es que aún están con vida.
Cerca de darse la hora señalada para partir en caravana con el ejercito del reino, los aventureros se dirigen hacia el cuartel de donde partirán hacia Vloria, a sabiendas de que, al menos por un tiempo, no volverán a ver a Eobard. Leo, llorando sin consuelo, se despide del Capitán de la Guardia, que le promete volver a verlos, y le obsequia una pequeña bolsa con 5 piezas de oro, como recompensa o, quizás, como agradecimiento.
Ya sin Eobard, los aventureros abordan los carros que atravesarán la noche hacia Vloria. Quizás duerman, quizás se queden despiertos toda la noche jugando partidas de Pasodoble o Tiro a Ciegas con el mazo que uno de los guardias tuvo la gentileza de prestarles.
Así, este grupo de ya-no-tan-extraños que hasta hace unos pocos días eran arrestados en la ciudad de Edelhon, hoy se embarcan junto con la Guardia Real en una caravana hacia la frontera con las Tierras Salvajes, territorio conflictivo y hostil, con el fin de salvar, al menos, a la misma ciudad de la que fueron prisioneros.
[Crónica de lo sucedido en la sesión del Sábado 25.4.2020]