8.10.20

10. Invasión (Parte II)

En nuestro último encuentro, la Compañía del Sur entró infiltrada en la guarida enemiga bajo el Pico de la Alimaña, haciéndose pasar por caldarrobles gracias a la vestimenta de cuatro enemigos abatidos. Por medio de la mentira y el engaño lograron sortear a cuanto enemigo se les cruzó: caldarrobles, cultistas, y hasta un no-muerto, creado por medio de un ritual que por primera vez ven completarse. Así llegaron a las celdas donde los niños secuestrados de Entelgia están encerrados. Con la promesa de liberarlos, comienzan a idear un plan para escapar de Neithras y rescatar a los prisioneros.

Mientras Hondu solloza junto a los niños encerrados, el resto del grupo oye pasos que, proviniendo desde la entrada, se acercan decididamente. Mirando hacia ese lado, el pasillo se ilumina cada vez más con una luz tenue, hasta que una figura se asoma con una antorcha en su mano. Leo y Skorgar corren a esconderse donde pueden, a fin de tomar por sorpresa a quien sea que esté llegando en caso de necesitarlo, y el resto de la Compañía, al verlos, hace lo mismo. Cuando la figura entra, reconocen al caldarroble que vieron en la cámara anterior, donde estaba el cultista, trayendo de vuelta a su celda al niño que se había llevado minutos antes. Leo lanza una de sus canicas por detrás del caldarroble, que se voltea al oir el impacto. El tiefling aprovecha ese momento para soltar una flecha que va directo a la garganta del caldarroble, que empieza a gritar, y Skorgar abandona su escondite para finalizar lo que Leo empezó, cortando con su enorme hacha y casi sin esfuerzo la cabeza del agonizante enemigo.
Hondu se acerca al niño que entró a la cámara guiado por el caldarroble, e intenta despabilarlo, pero sin éxito. El nene esta completamente ido. Pero el escándalo reciente atrajo más atención de la deseada: el cultista emerge de la cámara contigua se para encontrar a Skorgar suelto, con su hacha en la mano, y el guardia caldarroble a sus pies, decapitado.
Pero Leo, tan veloz en ingenio como en el juego de manos, no titubea al culpar al caldarroble muerto de intentar liberar tanto a los niños como al enano prisionero. El cultista se sorprende, pero la mentira es demasiado convincente como para descreerla. Más calmado les dice que encierren al prisionero de una vez, y se lamenta por la supuesta traición de su compañero caldarroble, sobre todo ahora, que la invasión está a sólo horas de iniciar. Hondu aprovecha este momento de incertidumbre para acercarse, con la excusa de hacerle quién sabe qué pregunta, y tratar de abalanzarse sobre él para inmovilizarlo. Pero el cultista ve los rasgos del ku-gwa, exóticos para estas tierras, y se da cuenta de que está ante un grupo de intrusos. Volviendo sobre sus pasos echa a correr hacia la salida, donde Leo aguarda para apresarlo. Hondu logra también darle alcance y taparle la boca para que no pueda conjurar sus hechizos, pero Leo no logra inmovilizar sus brazos, por lo que recibe dos golpes de la filosa daga que el enemigo escondía en su túnica.
Filaurel, Skorgar y Edryl comprenden entonces que la situación se fue de las manos y atacan arrojando dagas y hachas, pero los movimientos bruscos del cultista dificultan acertar en el blanco. Entonces Hondu, intenta asfixiar al cultista para dejarlo inconsciente, al tiempo que Skorgar se acerca con su hacha de mano, la cual apoya sobre el cuello del cultista a fin de obligarlo a que se quede quieto.
Un poco mas calmadas las aguas, y con el cultista bajo control, Skorgar canaliza el poder divino de Tyr para sanar las heridas de Leo, y ambos interrogan al enemigo. Las preguntas refieren a la invasión, y al proceso mediante el cual someten a los niños a su dominio: sobre todo, si es posible revertirlo. El cultista responde, naturalmente, de manera bastante críptica, pero de él aprenden que este proceso es un cierto ritual de índole mágica, y solo disipando el hechizo se puede devolver a los niños a la normalidad.
Filaurel observa desde la entrada a la cámara, tan atenta a lo que sucede adentro que olvida vigilar la puerta, y no se da cuenta de la aparición de otro caldarroble sino hasta muy tarde, cuando escucha un "¿qué carajo pasa acá?". Pero Edryl, que pese a haberse criado lejos de la sociedad ya conoce algo sobre la cultura y sus fetiches, convence al recién llegado de que se trata de un -llamémoslo- acto privado entre el cultista y ellos, una suerte de orgía en la cual está involucrado, también, el prisionero enano. Sin hacer más preguntas, pero casi en estado de shock, el caldarroble se retira de la cámara.
El cultista queda ahora, nuevamente, a merced de la Compañía del Sur, quienes le preguntan cómo encontrar a Oleg Bavrask, el lider de la tribu que en apenas unas horas iniciará su ataque contra Entelgia. La respuesta, aunque cierta, no es satisfactoria: sus posibilidades de llegar a Bavrask son prácticamente nulas.
Las opciones son, entonces, intentar liberar a los niños, o tratar de frenar la invasión, alcanzando a Oleg antes del inicio del ataque. El cultista, a quien los caldarrobles llaman Intercesor, no tiene más nada para agregar, por lo que la Compañía tiene que decidir su curso de acción con la poca información que tienen.
Pero sabemos que el tiempo es tirano, y en medio del debate un cuerno suena en las profundidades de Neithras, sucedido inmediatamente por tambores de guerra que estremecen a la Compañía. El Intercesor lo confirma: la invasión ha comenzado. Sin darles tiempo siquiera a reaccionar, tres soldados caldarrobles y su capitán ingresan en la cámara buscando a los niños, pero esta vez la mentira no puede salvar a la Compañía del Sur. Viendo que Neithras ha sido infiltrada por intrusos, los tres soldados colocan flechas en sus arcos y tensan las cuerdas, aguardando la orden de su capitán.