31.8.20

9. Invasión (Parte I)

La última vez que nos vimos la Compañia llegó a Neithras con Donan, el prisionero caldarroble, quien estando a metros de la puerta les pidió un pequeño favor que perturbó un poco al grupo. La Compañía, gente honrada y de palabra, responde al pedido, y Skorgar abre la garganta del caldarroble con su hacha de mano, dándole muerte. Con la información que Donan les proveyó ingresan a Neithras por una de las entrada ocultas que utilizaban las arañas que habitaban el Pico, desembocando en un túnel cubierto de telaraña. Al final de éste, una tapia de madera bloquea el paso a una cámara iluminada en la cual oyen voces. Rompiendo la tapia emergen del otro lado, donde cuatro caldarrobles armados les dan la bienvenida al interior del Pico de la Alimaña.

Con una rápida reacción, Hondu toma una cimitarra de una de las cajas que tiene alrededor, y la lanza contra uno de los cuatro caldarrobles que encuentran en la cámara tapiada. El caldarroble recibe con su cabeza el pomo de la cimitarra, por lo que se abalanza hacia Hondu, intentando primero herirlo. Los otros hacen lo propio con el resto de los intrusos, pero tras algunos ataques, revelan, sin quererlo o a propósito, su plan: capturarlos como prisioneros y llevarlos a las celdas donde otros prisioneros les esperan: los niños de Entelgia. Hondu se estremece con esta nueva información y baja la guardia, permitiéndole al enemigo que lo capture e intente arrastrarlo hacia fuera de la cámara. El resto de la Compañía del Sur elimina con cautela y precisión a otros dos caldarrobles, y Skorgar captura al último, dejándolo con vida para ser interrogado. Hondu, ya recuperado de la sorpresa inicial, logra zafarse de los brazos del enemigo y golpearlo lo suficiente hasta dejarlo inconsciente. Junto con Edryl arrastra al caldarroble de vuelta a la cámara, con el resto del grupo. Filaurel aprovecha y utiliza su magia para adquirir las memorias de los dos caldarrobles muertos, y puede ver, en ambos recuerdos, un mismo evento: ante una multitud que lo aclama, un enorme hombre saluda con un brazo en alto, envuelto en collares de hueso y pieles, con una piel de lobo blanco en su cabeza y hombros. ¿Sería este el Lobo Blanco del que les habló Donan?
Dada la inferioridad numérica a la que se enfrentan dentro de Neithras, la Compañía idea un arriesgado plan: cuatro de ellos usarían las vestimentas de los caldarrobles que acaban de derrotar para hacerse pasar por guardias, al tiempo que Skorgar simulará haber sido capturado como prisionero. De esta manera, tendrían una oportunidad de llegar hasta la prisión sin la necesidad de trabarse en combate.
El camino podría haber sido difícil, pero los aventureros sortean cada desafío con facilidad. Edryl descubre una trampa en el suelo evitandole una interesante caída al grupo, y entre todes logran engañar a cuanto caldarroble se les cruce en el camino, convenciéndoles de estar llevando a un prisionero.
Tras recorrer algunos pasillos escuchan murmullos provenientes de una cámara más adelante en su camino. Acercándose pueden distinguir parte de lo que las voces comentan: Oleg Bavrask, líder de los caldarrobles, está preparándose para una invasión en dos días, y los niños que no sean "convencidos" para ese entonces, serían abandonados a su suerte en esa oscura caverna. La Compañía, entonces, decide ingresar al lugar de donde provienen las voces, esperando poder engañar a quien sea que encuentren. Pero lo que les espera en esa cámara no es lo que habian anticipado, ya que llegan en el momento justo para presenciar la culminación de un ritual como el que dos días atrás detuvieron en el páramo de las Tierras Salvajes. Esta vez ven de primera mano que sucede cuando el ritual se completa: una figura humanoide se levanta de la mesa de sacrficios, con el pecho y abdomen cubiertos de sangre, y se tambalea unos metros. Los aventureros, tragando saliva, continúan avanzando, intentando ignorar al no-muerto que acaba de levantarse ante elles que, al verles con uniforme de caldarrobles, les ignora también. Los dos guardias que estaban hablando de invasión y prisioneros, ven a Skorgar siendo escoltado por estos cuatro "caldarrobles", quienes informan que lo están llevando a la prisión, y con eso conforman a los guardias que no hacen más preguntas.
De esta manera llegan a lo que parece ser la cámara central del sistema de cavernas del Pico de la Alimaña, y precisamente el lugar que Filaurel vió en los recuerdos adquiridos minutos atrás. Una enorme habitación abovedada, iluminada por docenas de antorchas y fogatas, infestada de carpas y soldados caldarrobles alistándose para la guerra. Nadie nota, sin embargo, la presencia de estos cinco infiltrados, que entre todo el movimiento pueden ver, no muy lejos de donde se encuentran, la figura de un niño siendo llevada por un caldarroble hacia otra cámara. Hacia allí irán nuestros héroes.
Pero al ingresar a la habitación, no son las celdas lo que encuentran, sino un cultista sentado en una piedra en forma de trono do, y en frente, un niño, sentado en un pequeño tronco ubicado en el centro de unos extraños dibujos en el suelo. El cultista posa sus manos en la cabeza del niño, y la criatura parece perder la voluntad. Un caldarroble que se encontraba a un lado de la habitación se acerca y toma al niño, a la vez que el cultista le pide que traiga a otro. El caldarroble ingresa a un pasillo y vuelve tras unos segundos con otro niño, más pequeño que el anterior. Hondu, víctima de su inmensa compasión por los más débiles, intenta disuadir al cultista de lavarle el cerebro a un niño tan pequeño, pero el cultista le responde que cuento más jóvenes, mejor es. Hondu, con impotencia, regresa con sus compañeros que comienzan a dirigirse al pasillo que lleva, creen ellos, a la prisión. Pero en ese momento, el cultista baja su capucha escarlata y Skorgar logra ver que las orejas del hombre no son humanas, sino más parecidas a las de Filaurel o Edryl, las medio-elfas.
Finalmente, el grupo llega a su destino: en la siguiente habitación, Hondu, el monje humano cuyos ojos no pueden ver en la oscuridad, escucha los sollozos de los niños entelgianos. Alli, completamente a oscuras, el resto del grupo puede ver tres enormes jaulas de madera, y en su interior, los niños prisioneros. Hondu se acerca a los barrotes y les pide que sean fuertes y pacientes, y promete rescatarlos. Así llora el también, sintiendo en sus brazos pequeñas manos que, con miedo y quizás alguna esperanza, lo agarran con fuerza.